Cristina Iglesias

5 febrero - 15 abril, 1998 /
Palacio de Velázquez, Parque del Retiro, Madrid
Vista de sala de la exposición. Cristina Iglesias, 1998
Vista de sala de la exposición. Cristina Iglesias, 1998

Desde sus comienzos en los años ochenta, la obra de Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956) aporta una renovada concepción de la práctica de la escultura. Su búsqueda del compromiso poético y simbólico entre las piezas y el espacio, se materializa en un despliegue visual y dinámico.

Iglesias presenta en el Palacio de Velázquez quince obras realizadas entre 1991 y 1997, en las que genera formas nuevas que en muchos casos derivan en la creación de espacios transitables y habitables como en Sin título. Habitación de acero inoxidable (1997). Otras veces estos espacios son ambiguos y se repliegan sobre sí mismos, como se advierte en Sin título. Venecia I, (1993) y Sin título. Venecia II, (1993). Este es el principio que activa la escultura de Iglesias, que regresa a la naturaleza como fuente infinita de formas y de poesía. Junto al espacio, las cualidades de los materiales empleados dan lugar a una amplia variedad de confrontaciones, “en las transparencias de los vidrios, las calidades táctiles de las resinas, alabastros o maderas o la opacidad del hierro y el cemento”, como enumera Carmen Giménez, comisaria de la exposición.

En la intersección de formas precisas, espacios poetizados, notas simbólicas y percepción sensorial de los materiales es donde su escultura cobra entidad, se transforma en un nuevo ser de naturaleza orgánica, que a su vez, en palabras de Giménez, “se inspira en los preceptos del crecimiento orgánico para aplicarlos a su propia estructura”. Todo ello puede apreciarse en obras como Sin título. Hojas de eucaliptos II (1994) y Sin título. Bosque de bambú II, (1995).

La crítica de arte Nancy Princenthal considera que casi todas las esculturas de Cristina Iglesias pueden definirse como pantallas, que en algunos casos impiden la visión de algo íntimo y en otros, atraen la atención del espectador y muestran abiertamente sus detalles más profundos. Sus esculturas, sean de un tipo u otro, son soporte del ornamento, donde tienen lugar los juegos de texturas, como los que ocasionan los motivos de hojarasca que crece entre los troncos de los eucaliptos de aluminio fundido o los tapices que cubren la cara interior de sus planchas curvas de hierro y fibrocemento.

Como se advierte en el laberíntico recorrido que propone esta exposición, sus esculturas están llamadas a la ocupación, transformación y modulación del espacio en el que se encuentran pero, como apunta el crítico de arte Adrian Searle, “más que llenar o decorar un vacío arquitectónico dado, lo recrean. Con sus formas arquitectónicas y sus a veces pródigas alusiones al mundo natural. (…) alteran nuestra forma de mirar sus escenarios. Es una cuestión de interiores y exteriores, de franqueza y contención”. Así, en la obra Sin título. Celosía (1997) convergen estos dos principios: la habitación-pantalla y la demarcación de un espacio contenido donde el espectador está llamado a contemplar su interior, no su exterior.

Datos de la exposición

Organización: 
Solomon R. Guggennheim Museum, Nueva York y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Comisariado: 
Carmen Giménez
Itinerario: 

Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York (13 junio - 7 septiembre, 1997); The Renaissance Society, Chicago (5 octubre - 21 diciembre, 1997); Museo Guggenheim, Bilbao (6 noviembre, 1998 - 14 febrero, 1999)