Julio González. Las colecciones del IVAM

16 octubre - 28 diciembre, 1986 /
Edificio Sabatini, Planta 2

Julio González (Barcelona, 1876 - París, 1942), uno de los más importantes escultores españoles de todos los tiempos, inaugura la corriente principal de la escultura moderna a partir de los años treinta. Basada en el assemblage (ensamblaje) y en la construcción por medio de líneas, planos y vacíos; la corriente impulsada por González se contrapone al trabajo de escultores como Brancusi, referente del modernismo, cuya obra se basa en los principios de la construcción por composición de masas y de la expresividad por el modelado.

Nacido en Barcelona, González se traslada a París en 1899. Allí simultanea su trabajo como pintor y escultor con la orfebrería, una disciplina que había aprendido durante su juventud en el taller de su padre en Barcelona. Los trabajos de orfebrería de Julio González son relevantes para entender el desarrollo de su producción artística y fueron precisamente éstos los que le dieron la maestría técnica que hizo que Brancusi y Picasso le buscaran como colaborador a finales de los años 20. Pero mientras que la orfebrería de Julio González se desarrolla dentro de un repertorio estilístico establecido y muestra una técnica depurada y convencional, en la escultura González se plantea un trabajo creativo y renovador enormemente ambicioso.

González sintetiza en un solo lenguaje singular y personal las contradicciones fundamentales entre el Surrealismo y el Constructivismo, lo figurativo y lo abstracto, las convenciones académicas y la vanguardia que estaban presentes en el ambiente artístico parisiense. El artista se refería a su trabajo como “dibujo en el espacio”, pues los volúmenes de sus esculturas aparecen descritos por el juego tridimensional de formas planas o lineales ejecutadas principalmente en hierro, el material que definiría su estilo de manera indeleble.

El esmerado trabajo de las superficies y las soldaduras son indicios de una actitud ante la escultura que no renuncia al procedimiento tradicional del modelado. En una primera etapa el artista asume características “encontradas” del material. A partir de 1934-1935 las obras adquieren texturas y superficies más meticulosamente elaboradas. En 1930, pasados sus 50 años de edad, el escultor catalán inicia lo que va a constituir su inmensa aportación al arte moderno. La importancia de la obra de González se apoya en la maduración de la técnica de la forja del hierro de la que obtiene una gran variedad de soluciones formales. Fue su control sobre la técnica y su gran capacidad para, en sus propias palabras, “dibujar en el espacio” aquello que lo llevó a ser pionero de la escultura contemporánea.

En esta exposición en el Centro de Arte Reina Sofía se presentan unas cincuenta esculturas, expuestas junto a pinturas, dibujos y numerosas piezas de orfebrería. Todas ellas pertenecen a las colecciones del Instituto Valenciano de Arte Moderno y forman parte del amplio lote de obras del artista catalán que la Generalitat Valenciana adquirió en 1985.

En ellas se observa la enorme aportación del artista a la historia de la escultura, así como la perseverancia de ciertos temas con larga tradición en la escultura clásica, como: la maternidad, las máscaras, las figuras de mujer y figuras danzantes. La obra pictórica de González expuesta en la muestra pertenece a su segundo período, desde 1918 hasta 1928 aproximadamente. Estas obras se corresponden al contexto del Novecentismo catalán y ase caracterizan por el pequeño formato, el vigor del dibujo y la seguridad en la disposición de los volúmenes.

Datos de la exposición

Organización: 
Ministerio de Cultura y Generalitat Valenciana
Comisariado: 
Tomás Llorens
Itinerario: 

Centro de Exposiciones y Congresos, Zaragoza (13 enero - 19 febrero, 1987)