El Edificio Sabatini funcionó como hospital hasta bien entrada la década de 1960, aunque para entonces el llamado Hospital Provincial había quedado completamente obsoleto. Por este motivo, entre 1965 y 1968 se procedió a su clausura y al traslado de su sede a la Ciudad Sanitaria Provincial, actual Hospital Gregorio Marañón. Pronto surgieron propuestas sobre el futuro del edificio: lejos de intentar conservarlo, casi todas estaban encaminadas a su derribo.

Un informe redactado por la Diputación Provincial, responsable del inmueble, planteaba su demolición prácticamente total, conservando solo algunos elementos como las fuentes del patio o las escaleras. El principal argumento, además del elevado coste que supondría su acondicionamiento para un nuevo uso, era que el conjunto carecía del valor arquitectónico suficiente para decretar su conservación íntegra. Las críticas ante esta propuesta de derribo no se hicieron esperar e incluyeron, además de una importante movilización social, el pronunciamiento de personalidades como los arquitectos Fernando Chueca Goitia (Madrid, 1911-2004) y Luis Moya (Madrid, 1904-1990). Pese a las protestas, a principios de 1970 la Diputación vendió el inmueble a la Caja de Compensación y Reaseguro de las Mutualidades Laborales, entidad que aspiraba a proyectar su sede en esta localización, una vez se hubiera demolido el Edificio Sabatini.

Vista aérea del Museo durante las obras

Vista aérea del Museo durante las obras

Sin embargo, en paralelo a estas actuaciones, la Dirección General de Bellas Artes estudiaba declarar Monumento Histórico-Artístico al antiguo hospital, tras recibir los informes favorables de las Reales Academias de la Historia y la de Bellas Artes de San Fernando. Por esta razón, varias propuestas de demolición, algunas incluso parciales, de la Caja de Compensación y Reaseguro de las Mutualidades Laborales fueron rechazadas hasta que, finalmente, la venta fue revocada. La Diputación Provincial instó entonces al Ministerio de Educación y Ciencia a adquirir el inmueble y dedicarlo a fines culturales, como sugerían los informes de las Reales Academias.

De este modo, poco después de que el Ministerio de Educación y Ciencia formalizase la adquisición, el Edificio Sabatini fue declarado Monumento Histórico-Artístico por Real Decreto el 9 de diciembre de 1977; un transcendental paso en su conservación que fue recogido en el Boletín Oficial del Estado el 30 de enero de 1978. Ese mismo año, poco después de la creación del Ministerio de Cultura, este organismo pasó a ser el responsable de la transformación del antiguo hospital en centro de arte. Sin demora, en 1979, se constituyó una comisión técnica para estudiar el proyecto y se encargaron las obras al arquitecto Antonio Fernández Alba (Salamanca, 1927-Madrid, 2024).

Un hospital para la cultura

El proyecto de Antonio Fernández Alba

El proyecto de Fernández Alba tuvo como premisa recuperar la concepción original del edificio de Francesco Sabatini, es decir, su volumetría y simetría iniciales, su sencillez expresiva y su interrelación con el paisaje urbano. Con este propósito, se acometió la eliminación de las ampliaciones realizadas durante las primeras décadas del siglo XX que distorsionaban formalmente el conjunto, y se conservaron y recuperaron los elementos arquitectónicos primigenios, como, por ejemplo, los materiales y calidades de las fachadas, diferenciándolos de las nuevas adiciones para que no se confundiesen. 

Una excepción fue la conservación de la cuarta planta, proyectada en la década de 1920 por el arquitecto Baltasar Hernández Briz, con el objetivo de evitar perder varios m2 de superficie. Asimismo, a fin de mantener cierto equilibrio formal, se levantó sobre esta planta una cubierta a dos aguas, similar a la original, que permitió también ganar espacio para el futuro centro cultural.

Vista de la entrada principal al Centro de Arte Reina Sofía

Vista de la entrada principal al Centro de Arte Reina Sofía

Vista de la fachada del Edificio Sabatini

Vista de la fachada del Edificio Sabatini

Vista de las obras del interior del Edificio Sabatini

Vista de las obras del interior del Edificio Sabatini

Vista de las obras en el claustro del Edificio Sabatini

Vista de las obras en el claustro del Edificio Sabatini

Las torres de cristal

La intervención de Antonio Vázquez de Castro y José Luis Íñiguez de Onzoño con Ian Ritchie

En otoño de 1987, un nuevo equipo de arquitectos, formado por Antonio Vázquez de Castro (Madrid, 1929) y José Luis Íñiguez de Onzoño (Bilbao, 1927 - Madrid, 2022)​​, relevó a Fernández de Alba en la dirección de las obras. A estas alturas, se había abandonado la idea de dedicar el edificio a un «museo de museos»: el CARS albergaría únicamente y de manera íntegra los fondos del MEAC, y se constituiría poco después, vía Real Decreto el 27 de mayo de 1988, como museo nacional bajo la denominación de Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Este nuevo rumbo requería un proyecto de ampliación y mejora centrado en dotar a la incipiente institución de una imagen moderna y de adecuarla a sus nuevas funciones museísticas, entre ellas, la acogida de un gran número de visitantes. Así, este nuevo plan dio especial importancia a la fachada principal, así como al entorno urbano y de acceso al edificio, concretamente a la actual plaza Juan Goytisolo y a su conexión con la plaza del Emperador Carlos V.

En la fachada principal, se retiró el color ocre con el que Fernández de Alba había querido aproximarse a la visión original del edificio de Sabatini, y se levantaron enmarcando la entrada dos torres-ascensores de vidrio y acero destinadas a la circulación de visitantes, a las que se sumaba una tercera torre-ascensor en el acceso de la calle Hospital, reservada para servicios y trasporte de obras. Para su proyección, Vázquez de Castro e Íñiguez de Onzoño contaron con la colaboración y el asesoramiento del arquitecto británico Ian Ritchie (Sussex, 1947), inspirados por el trabajo que este había realizado en la Ciudad de las Ciencias y la Industria de París. El cerramiento transparente de estos ascensores contrastaba con la opacidad del antiguo hospital y suponía un alarde tecnológico y un ejemplo de la llamada arquitectura high tech, muy popular en el panorama arquitectónico internacional de aquellos años. Gracias a estas torres, se dotó a la fachada de un elemento distintivo que con el tiempo se ha convertido en una seña de identidad del Museo.

Abierto desde 1990, fue en 1992 cuando quedó inaugurada la colección permanente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía con la incorporación de Guernica (1937) de Pablo Picasso, procedente del Casón del Buen Retiro.

Detalle de la fachada principal del Edificio Sabatini
Detalle de la fachada principal del Edificio Sabatini
Interior de uno de los cuerpos de ascensores de la fachada principal del Edificio Sabatini

Interior de uno de los cuerpos de ascensores de la fachada principal del Edificio Sabatini

Fachada principal del Edificio Sabatini en la actualidad

Fachada principal del Edificio Sabatini en la actualidad